Cuando España ganó el Mundial la victoria nos ayudó a olvidarnos de la crisis. Ese engaño disfrazado de fútbol convierte a Despelote en una joya

Cuando España ganó el Mundial la victoria nos ayudó a olvidarnos de la crisis. Ese engaño disfrazado de fútbol convierte a Despelote en una joya

  • Un juego entrañable que, a base de pedacitos de vida, conseguirá hacerse un hueco en tu memoria

  • Disponible en Xbox, PS5, Switch y Steam en PC, es uno de esos indies a los que merece la pena acercarse

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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

Es curioso cómo, incluso para los que no somos grandes fans del fútbol, la victoria de España en el Mundial de Sudáfrica significó mucho más que ese sentimiento de pertenencia y chovinismo que suele arrastrar casi siempre una bandera, y que en países como el nuestro deriva en un debate aún más conflictivo por años de historia con el curioso superpoder enfrentarnos constantemente.

Pero en un momento en el que estábamos para pocas fiestas por una crisis financiera que azotó al país de forma brutal en 2008 y que, para cuando llegó ese partido, ya se había cobrado primero los puestos de trabajo, y después la ilusión de gran parte del país. Aquella noche del 11 de julio de 2010, el fútbol consiguió que nos pusiéramos de acuerdo. Aunque la historia de Despelote nos lleva a otro país y otra época, la situación que plantea es sorprendentemente similar.

Mientras los voceros y las primeras planas de los periódicos hablan de cómo Ecuador está a punto de jugar su primer Mundial, las conversaciones en las calles y las noticias a pie de página hablan de una crisis financiera insostenible que está hundiendo al país.

En la más absoluta de las ruinas, es una muestra del fútbol como engaño, como el pan y circo de una era de nuestra civilización que aparentemente debería estar ya en otra fase mucho más avanzada, pero también del fútbol como esperanza, como orgullo patrio, y como euforia contagiosa capaz de unirnos cuando nada más parece hacerlo. Puede que siga sin gustarme el fútbol, pero Despelote me ha enamorado.

Despelote: una colección de pedacitos de vida

Desde el punto de vista de un niño de ocho años, Despelote nos traslada hasta la clasificación previa de Ecuador al Mundial de Corea de 2002. A través de los días clave de aquellos enfrentamientos clasificatorios y del fervor que generaron en Ecuador, el juego nos irá entregando pedacitos de la vida de su protagonista en los que, desde la perspectiva de un niño, esa en la que el tiempo vuela y hasta el adulto más perdedor resulta un gigante amenazador, nos empujará a hacer lo que cualquier chiquillo haría, desde faltar a clase para salir a jugar con los amigos a patear botellas de cristal inconscientemente cuando no hay una pelota cerca.

Despelote

Sin duda es uno de esos juegos que parece querer apostar más por la narrativa y el arte que por las mecánicas, uno de esos mal llamados walking simulator que muchas veces tienden a inclinarse peligrosamente hacia la idea de película interactiva olvidándose del potencial del videojuego como forma de expresión. Pero donde otros se equivocan, Despelote, da una formidable lección sobre cómo contar una historia.

En cada uno de esos días, lo que pasa mientras miras el reloj para no llegar tarde a casa, o te pones a jugar a la consola mientras tu madre se planta delante del televisor para captar tu atención, sigue girando a expensas de los que tú hagas. Son momentos de una historia real, semi-autobiográfica, encapsulados en un mundo virtual que se pone a tu disposición.

Desde la perspectiva del niño que está jugando al balón para chutar con la intención de tumbar un cono, te pierdes en unos escenarios a medio camino entre el realismo y un recuerdo difuminado donde sólo aquello que realmente captó tu atención en la niñez se vuelve nítido e interactivo. Donde pasas por la vida completando los desafíos que tú mismo te pones al querer marcar más goles que tus amigos o encontrar al perrito perdido que siempre ves en la plaza a la que acudes a jugar.

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En ningún momento se te dice qué debes hacer más allá de las instrucciones de sentido común que arroja tu madre: vigila a tu hermana, espérate aquí a que vuelva, no te manches la ropa jugando antes de que nos vayamos a una boda. Así que depende de en qué decidas invertir ese tiempo que el juego te da para ir descubriendo posibilidades mientras vas con un balón pegado a los pies.

El mejor homenaje a la nostalgia que se ha visto en un videojuego

Deshaciéndote de ese rol que probablemente quedó atrás hace ya muchos años, desde el punto de vista del adulto está la obsesión de querer aprovechar ese pequeño espacio de tiempo que el juego te cede para explorar el barrio de Quito y la cruda realidad que arrojan las conversaciones de sus adultos, las que te hablan de esa otra cara del país y cómo sus preocupaciones son tan grandes que hasta un pequeño logro deportivo puede saber a gloria.

Entre esas escenas que se van desarrollando en segundo plano está el durísimo reflejo de un país al borde del colapso. Unas frente a las que te resulta inevitable no pararte a cotillear. Son las dosis de realidad que ignorabas de niño y que le dan sentido al mundo que te rodea ahora. Unas que, además, probablemente estén entre las actuaciones más alucinantes que se hayan visto en un juego en mucho tiempo.

Despelote

Despelote está lejos de ser el juego que persigue ganarte con una lágrima fácil, pero sin duda es el que te atrapa con una fuerza demoledora y que, sin darte cuenta, terminas viendo cómo llevas un rato con una sonrisa en la cara que no sabes cómo ha llegado hasta ahí mientras escuchas una conversación que resulta tan realista como entrañable, que podría ser una de las de tus padres, que te perdiste por estar a otra hace ya eones. Un ejercicio de nostalgia formidable que, al menos en lo personal, no había experimentado con ninguna otra obra.

Es, además, una lección absolutamente demencial de hasta qué punto un juego tan independiente como humilde, de la mano de un soberbio trabajo en su dirección de sonido, puede terminar impactando más que toda esa montaña de moralina y sensiblería que parece que aportar el triple A promedio de un tiempo a esta parte.

Despelote está lejos de querer ser un juego sobre lecciones, es más un juego sobre guantazos. Guantazos de realidad y guantazos de arte. De los necesarios, de los que pican y los que dejan marcan. Como aquella clasificación de Ecuador en medio de atentados y tiroteos de las FARC. Como aquella victoria de un Mundial que sirvió para reactivar un 0,25% nuestra economía y un 100% nuestra ilusión.

Una lección de nostalgia

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Despelote

Por: Rubén Márquez
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Despelote hace a la perfección todo lo que se propone, desde convertirte en un niño de ocho años con una pelota en los pies y la posibilidad de chutar como él lo haría, hasta contarte cómo Ecuador vivió su clasificación al Mundial de Corea en una época marcada por las tensiones políticas. Es un juego tan inteligente como entrañable que, a base de pedacitos de vida magníficamente encapsulados, consigue hacerse un hueco en tu memoria como uno de esos juegos que, muy probablemente, nunca olvidarás.

5 cosas que debes saber:
  • Un juego sobre el fútbol desde los ojos de un niño
  • Es una de las experiencias más únicas y especiales que nos ha dado el videojuego
  • Una lección sobre cómo contar una historia sin llevarte de la mano
  • Momentos divertidos y emocionantes que te transportarán a tu propio pasado con una sonrisa
  • Una aventura muy cortita pero que merece muchísimo la pena
Jugadores: 1
Idioma: Textos y voces en español
Duración: 2 horas
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